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La nueva ciudad palestina con un centro comercial, cines y condominios, pero sin agua

04/03/2015

  • Rawabi, ubicada en Cisjordania, está mayoritariamente financiada por Qatar. Diferencias con las autoridades israelíes mantienen detenido este proyecto que se espera tenga 40 mil residentes.

Fuente: El Mercurio

La nueva ciudad palestina con un centro comercial, cines y condominios, pero sin agua.

ANNE-MARIE O’CONNOR The Washington Post
La arriesgada empresa de cinco años y mil millones de dólares para construir una nueva ciudad palestina de clase media en la cima de una montaña en Cisjordania, estaba a punto de dar la bienvenida a sus primeros habitantes cuando el gobierno israelí decidió este mes negar una necesidad básica: agua potable.

Antes de otorgar el acceso al agua a la nueva ciudad de Rawabi, Israel -que controla el área por donde pasaría la tubería- quiere que los personeros de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) vuelvan a un Comité Conjunto de Aguas palestino-israelí.

Los palestinos abandonaron el grupo en 2010, porque no quieren aprobar proyectos hídricos para asentamientos israelíes en Cisjordania, que están construidos en territorios que los palestinos quieren para un futuro Estado, y los cuales todavía tienen bastante agua.

Esta crisis del agua -producida por el hombre- en Rawabi representa un golpe para la comunidad palestina de clase media, que esperaba disfrutar de un centro comercial al aire libre, restaurantes, boutiques, un club deportivo, piscina, multisalas de cine y un sistema de escuelas de la ciudad, en cuanto la construcción concluyera.

Las empresas constructoras estaban preparadas para entregar las llaves a 450 compradores hace casi un año, cuando se retuvo el permiso para abrir el suministro de agua, un retraso que pensaban que sería temporal, pero parece indefinido. Hoy, los departamentos terminados continúan desocupados y un anfiteatro románico con espacio para 12 mil localidades está vacío, mientras un grupo reducido de obreros de la construcción trabaja con un presupuesto muchísimo menor.

Trabas en el proyecto

Bashar Masri, empresario palestino-estadounidense que estuvo involucrado en la creación de Rawabi, señala que ha perdido US$ 25 millones en ingresos debido al retraso, además de US$ 75 millones adicionales en pagos congelados hasta que entregue las casas.

El proyecto recibió cientos de millones de dólares provenientes de Qatar -además de US$ 5 millones de la Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU. para caminos y muros de contención-, pero ahora Masri cuenta que está recurriendo a sus propios bienes y reduciendo drásticamente la producción, y que ya despidió a 2 mil obreros, ingenieros y oficinistas.

“Estamos al borde de la quiebra”, manifiesta Masri, durante una entrevista en su oficina en Rawabi. “Esta situación ha devastado el proyecto financieramente”.

La retención del agua es un revés importante para el proyecto inmobiliario más grande y, según algunos, más prometedor en Cisjordania. De hecho, miles de personas -entre ellas, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y el secretario de Estado, John F. Kerry- han visitado el lugar en el transcurso de los años, cada vez que Masri ha revelado alguna de las etapas que la revista Time llamó “una ciudad radiante en una colina”.

Sin embargo, la puesta en marcha fue suspendida por Silvan Shalom, ministro israelí de Infraestructuras Nacionales, Energía y Recursos de Agua, un legislador que desde el comienzo ha recibido presiones de activistas conservadores israelíes opuestos a la construcción de Rawabi, que se espera tenga 40 mil residentes en 6 mil unidades habitacionales.

Los opositores empezaron a confiar en Shalom en el último trimestre del año pasado, después de la guerra de Israel con militantes de Hamas, quienes apuntaron cohetes -y construyeron túneles- hacia Israel desde la Franja de Gaza.

“Una ciudad financiada por Qatar que aparece en Israel: ¿más túneles?”, decía el titular de una columna en la publicación Arutz Sheva, defensora de las colonias judías, en septiembre pasado, y que agregaba que el asentamiento judío de Ateret, cerca de Rawabi, “podría constituir un blanco más fácil” que Tel Aviv.

Una de las compradoras palestinas de Rawabi, Amal Kaabi, de 43 años, una agente de seguros de Ramallá, cuenta que ella y su marido hicieron planes dos veces para mudarse a la nueva ciudad con sus cuatro hijos.

“Ellos están tratando de jugar rudo, pero al final todo estará bien”, asegura. “Es una nueva ciudad, hermosa, y hará que los israelíes se sientan celosos de nosotros”.

Masri, titulado en el Virginia Tech, vivió durante 25 años en el área de Washington, en donde empezó una carrera de proyectos de construcción en Marruecos, Jordania y Egipto. Y partió con la construcción en Rawabi en 2010, cuando estaba viviendo en Ramallá.

“La gente pensaba que estábamos soñando”, señala.

El empresario planificó una ciudad secular de 40 mil habitantes, con clubes nocturnos que ofrecieran alcohol y 3 mil empleos en el mismo lugar, el que incluiría un centro de alta tecnología donde los palestinos trabajarían a distancia para firmas como Microsoft y Google.

“Para una mayoría de palestinos, Rawabi es un símbolo de esperanza y capacidad”, asegura Masri. “Se trata de la creación de una nación”.