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Ingenieros chilenos cuentan las lecciones que dejó para Chile el terremoto de Japón

04/04/2012

  • Los miembros de la AICE invitados a exponer al “International Symposium Ingeneering Lessons Learned from the Giant Earthquake” pudieron conocer los distintos efectos del terremoto en ese país y lo que se está haciendo para replicar lo que funcionó.

Este edificio fue cubierto completamente por la ola del maremoto y luego tendió a flotar. Se levantó arrastrando los pilotes de fundación, se volcó y quedó a varias decenas de metros de su posición original. Gentileza de Ramón Verdugo.

Santiago, Chile. 4 abril, 2012. Entre el 3 y 4 de marzo de este año, el movimiento telúrico de Japón fue analizado desde disciplinas como la sismología, la ingeniería estructural, la ingeniería geotécnica, maremoto y reconstrucción, entre otras, en un seminario llamado ”International Symposium Ingeneering Lessons Learned from the Giant Earthquake”.

Cuatro ingenieros chilenos, reunidos bajo la Asociación de Ingenieros Civiles Estructurales (AICE), fueron testigos de este intercambio de especialistas a nivel mundial. Sus nombres son René Lagos, presidente de la AICE; Fernando Yáñez, vicepresidente de la AICE; Rubén Boroschek, director de la agrupación, y Ramón Verdugo, miembro de la misma.

Los profesionales pudieron constatar que los daños sísmicos de los edificios en Japón se produjeron, principalmente, en construcciones antiguas que no habían utilizado la última versión de la norma, por lo que se trataba de daños previsibles. “Los edificios más modernos, en general, se portaron bien con las nuevas disposiciones normativas que tenían”, afirmó René Lagos.

Cómo aportó Chile

El artículo presentado por Ramón Verdugo “Comparación entre los fenómenos de licuefacción observados en los terremotos de 2010 en Chile y 2011 en Japón” muestra que la gran ocurrencia de licuefacción en el terremoto de Japón se concentró en rellenos hechos por el hombre, principalmente en los ganados al mar. En tanto que los más de 100 casos de licuefacción ocurridos para el terremoto chileno del 27F se produjeron mayoritariamente en terrenos naturales.

“Además, se presentó la diferencia en la duración de los sismos del 27F (magnitud 8.8) y del 3 de marzo de 1985 (magnitud 7.8), la cual puede explicar la ocurrencia de licuación en este último sismo y la prácticamente nula evidencia de licuación en 1985”, precisa Verdugo.

En tanto, Rubén Boroschek tuvo la oportunidad de presentar dos trabajos: uno sobre las características del movimiento sísmico chileno y por qué fue tan dañino, y otro sobre los cambios normativos que se ejecutaron a causa del terremoto. “Los japoneses estuvieron muy interesados debido a las consecuencias de nuestro sismo. Ellos modificaron requisitos de diseño, especialmente en edificios de altura. Nuestro terremoto presenta una información muy valiosa para la respuesta de puentes y edificios de hormigón en altura, experiencia de la cual se están beneficiando norteamericanos y japoneses”, señala.

Por su parte, René Lagos cuenta que también presentaron sobre la experiencia nacional en el diseño de edificios de muro un tipo de solución estructural que los japoneses no utilizan en sus construcciones. “Lo que contamos fue de mucho interés para ellos, tuvimos muy buena asistencia en las sesiones en que los chilenos presentamos, donde también se generaban muchas preguntas”, cuenta el presidente de la AICE.

El interés generado fue tanto que, al día siguiente del simposio, en el Building Research Institute (BRI), se realizó un Workshop sobre el diseño de edificios de muro, en el que presentaron casi en su totalidad los asistentes chilenos. 

Sistemas de monitoreo

Dentro de lo más interesante de este simposio internacional, Rubén Boroschek destacó que la tecnología de monitoreo y observación con instrumentos de registro sísmico en líneas a nivel de terreno y en estructuras está permitiendo entender de mejor manera los efectos del terremoto sobre las estructuras. “En algunos casos de estructuras complejas y críticas, las mediciones de los parámetros asociados a daño son la única manera de garantizar la seguridad de un sistema. La tecnología permite informar en forma rápida del daño para tener una respuesta efectiva”, precisa el ingeniero.

Asimismo, la tecnología de protección sísmica con elementos especiales está permitiendo superar los problemas clásicos de la ingeniería sismorresistente, “en particular, la aislación y la disipación sísmicas. Ambos son sistemas que estamos comenzando a aplicar en Chile en forma masiva”, añadió.

Para René Lagos también fue importante la instrumentación sísmica constatada en Japón: una red de monitoreo de GPS con más de 1.000 instrumentos repartidos por todo el territorio. Esto les permitió recolectar millones de datos con los que han estado realizando cálculos para obtener información útil para el país.

Por ejemplo, con los datos de desplazamiento de la corteza terrestre miden movimientos lentos, que suceden de un día para otro. “Ellos hacían mapas e iban revisando cómo se habían movido los puntos de la corteza de la Tierra de un día para otro, en un tiempo cualquiera, lo que equivalía a pequeñas variaciones”, explica Lagos.

Sin embargo, descubrieron que tres días antes del terremoto todos estos movimientos comenzaron a ordenarse y a aumentar. De esta manera, al tirar líneas para ver en qué dirección se había movido cada punto, todas ellas convergían en un determinado lugar de la superficie terrestre. “Lo sorprendente es que ese fue el punto de ruptura que generó el terremoto y, por lo tanto, la conclusión que se saca es que si ellos hubieran observado con tres días de anticipación el terremoto lento –como es llamado-, que es imperceptible para las personas, se habría podido predecir que algo iba a ocurrir”, destaca el presidente de la AICE.

Es así como a partir de esas conclusiones los japoneses están trabajando en ver si es posible hacer predicciones con ese tipo de mediciones.