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Planificación urbana: La deuda pendiente de Santiago

27/10/2014

  • El cambio al Plan Regulador de Providencia, que limita la altura de edificios en siete barrios de la comuna, abrió el debate sobre cómo mejorar la planificación urbana en la capital.

Fuente: El Mercurio

Planificación urbana: La deuda pendiente de Santiago.

Guillermo Tupper
La psicóloga y dirigente vecinal Magdalena Cruz-Coke empezó su lucha por salvar el patrimonio del barrio Las Lilas cuando supo que el edificio donde tenía su consulta -una construcción del año 1948- iba a ser demolido y reemplazado por una torre de 10 pisos. En ese momento, y junto al resto de los vecinos, se dio cuenta de la cantidad de anteproyectos que estaban entrando al sector. “Esto es casi una lucha testimonial, porque lo que queda del barrio Las Lilas es poquísimo. De ser un barrio de casas y edificios antiguos bajos, el Plan Regulador del 2007 lo transformó en uno de puros edificios con una densificación abusiva”, afirma.

Para Cruz-Coke, el inicio de la destrucción del barrio estuvo marcado por el fin del emblemático cine Las Lilas y continuó con la multiplicación de edificios altos en calles como Amapolas, Jorge Matte y El Bosque, que rompían la armonía de la comuna. Por eso, sus vecinos hicieron una alianza con los habitantes del sector norte de Pocuro para evitar que las inmobiliarias impusieran la altura edificatoria. “Lo que nosotros planteábamos no era que no se pudiese construir, sino que también teníamos algo que decir al respecto. La gracia de Providencia es que todavía tiene una vida de barrio y nosotros queremos que se mantenga la escala humana”, sostiene.

La pelea de los vecinos rindió frutos. El martes pasado, el Concejo Municipal de Providencia aprobó de forma unánime la propuesta de modificación al Plan Regulador Comunal, que establece a 3, 5 y 7 pisos la altura máxima de las construcciones en siete barrios de la comuna. Estos son Bellavista, Las Lilas y Norte de Pocuro, Diego de Almagro (Almagro Norte y Plaza Uruguay), Santa Isabel y Las Mil Calles, Dalmacia, Los Naranjos y Keller, los que, en total, abarcan al 14% de la superficie de la comuna. Esta es la segunda modificación al Plan Regulador de la comuna -se suma a la realizada en barrio Las Flores, el año pasado- y otorga categoría de Inmueble de Conservación Histórica a dos propiedades que corrían peligro de ser demolidas: el “Castillito” de José Manuel Infante 1411 y la casona de Pedro de Valdivia 998.

“La aprobación me tiene muy contenta y lo que estamos haciendo es regular la densificación de la comuna”, dice la alcaldesa de Providencia, Josefa Errázuriz. “Lo que queremos es una comuna a escala humana, donde se recuperen la vida de barrio y los espacios públicos para los vecinos. Además, aquí se hizo una consulta donde obtuvimos una abrumadora mayoría de un 88% a favor”.

La medida ha generado diversas reacciones. “En principio, es positiva. Es un avance en cuanto a incorporar participación ciudadana vinculante en el diseño de los instrumentos de planificación local”, señala Sebastián Gray, presidente del Colegio de Arquitectos. Por su parte, Luis Eduardo Bresciani -presidente del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano- entrega algunos matices. “La regulación es acertada, ya que logra compatibilizar la necesaria densificación con la escala y capacidad de esos barrios. Sin embargo, bajar las densidades de los barrios residenciales requiere equilibrarse con el incremento de la densidad residencial y comercial entorno a los corredores de transporte y estaciones de metro, para garantizar la necesaria mixtura social y urbana”.

“Es un desastre para la ciudad”
Otros actores, en cambio, creen que la medida es muy negativa. Para Pablo Álvarez, gerente de Vivienda y Urbanismo de la Cámara Chilena de la Construcción, la oferta de viviendas en el segundo centro más importante y consolidado de Santiago se va a reducir en el futuro. “En la práctica, es un desastre para la ciudad. Hay mucha gente que quiere vivir en una comuna tan consolidada como Providencia, con tres líneas de metro, la mayor cantidad de áreas verdes por persona y el mejor comercio. Por lo tanto, se le está restringiendo la posibilidad de vivir y acceder a viviendas a un precio razonable”, afirma.

Según Álvarez, una de las consecuencias que va a traer la modificación al Plan Regulador de Providencia es el aumento de los precios de cualquier vivienda disponible en la comuna. A su juicio, resulta vital que las zonas cercanas al metro estén más densificadas, para que las personas puedan vivir ahí y trasladarse a sus trabajos caminando o en metro. “El efecto que produce es que (las personas) se desplazan a otras comunas más alejadas de las áreas consolidadas del transporte y aumentan la congestión en el tráfico y los tiempos de viaje”, dice. “Es una paradoja que, en un momento en que hay cierto consenso en todas las autoridades y urbanistas sobre la integración social, esta medida va justo en la dirección contraria”.

“Esta no es una medida segregadora. Providencia es una comuna inclusiva y por supuesto que queremos que más gente viva acá, porque estamos orgullosos de nuestra comuna. Pero no en estos barrios”, replica Josefa Errázuriz. “Estos estaban consolidados con una altura promedio de 1 o 2 pisos. Hay otros barrios donde las constructoras pueden seguir construyendo y hay libertad de altura. Lo que estamos haciendo es buscar barrios armónicos donde la convivencia justa pueda ser posible”.

Poca densidad y polvorines sociales
El caso de Providencia reabre el debate acerca de la planificación urbana en Santiago, una ciudad que sigue expandiendo sus límites cada año. En diciembre pasado, la Contraloría General de la República aprobó el nuevo Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS 100), que sumó más de diez mil hectáreas al límite urbano, lo que impactará a comunas como Quilicura, Pudahuel, Maipú, San Bernardo y La Pintana. Uno de los motivos que llevaron a trabajar en la actualización de la regulación es que para 2030 se estima que el Gran Santiago tendrá 1,6 millones de habitantes más, pero que no habrá suelo disponible para cubrir la demanda que eso implica. Además, un diagnóstico realizado por la Seremi Metropolitana de Vivienda y el ministerio correspondiente determinó que habría carencia de áreas verdes y las viviendas sociales terminarían instalándose en zonas rurales sin acceso a servicios básicos.

“El PMRS 100 es completamente una equivocación”, dice Isabel Serra, académica del Laboratorio Ciudad y Territorio de la Universidad Diego Portales. Para la arquitecta es un gran error que Santiago siga creciendo cuando hay industrias abandonadas que se pueden reconvertir y un montón de terrenos vacíos y otros donde se puede cambiar el uso de suelo. “Seguir extendiendo Santiago y construyendo viviendas sociales sin transporte público ni servicios adecuados es un problema. En un par de años más, todas esas zonas se convierten en polvorines sociales. Santiago tiene que densificarse a partir de edificios de cuatro o cinco pisos, zonas de áreas verdes y conexión con servicios de salud, colegios y zonas donde haya trabajo”.

“Santiago es una ciudad muy extensa, de muy baja densidad en algunos sectores. Esa extensión provoca grandes problemas de congestión, de ser una ciudad lenta y de grandes desplazamientos”, dice Jonás Figueroa, arquitecto urbanista y profesor titular de la Universidad de Santiago. “Hay demasiado ‘consumo de la lejanía’ en nuestro país, cuando en las grandes ciudades como París, Madrid o Barcelona hay ‘consumo de la cercanía’. ¿Qué quiere decir esto? Que tú tienes el trabajo cerca y vives en una zona que está bien abastecida con equipamientos, colegios y centros de salud. Pero en una ciudad que está construida a medias, con grandes problemas y demasiado centralizada respecto de sus centros laborales, educativos y de salud, es un gran problema que sigamos teniendo una densidad tan baja”.

Santiago: Una ciudad sin gobierno central
Para Sebastián Gray, Santiago es una ciudad muy poco común en el mundo porque concentra la mitad de la población del país. Y hay otro factor que la condena: no tiene un gobierno central, sino que está subdividida en 34 comunas, algunas muy ricas y otras muy pobres. “Lo primero es tener una autoridad metropolitana. ¿Cómo no nos va a llamar la atención que una comuna como Providencia sea tan autónoma y pueda tomar sus propias decisiones respecto de su planificación? Nos olvidamos de hablar de lo que realmente importa, que es el gobierno de la ciudad, algo que no tenemos y no existe”.

El año pasado, el gobierno de Sebastián Piñera aprobó la Política Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU), que establece los lineamientos para guiar las políticas públicas en esta materia. Esta iniciativa consta de cinco puntos: integración social, desarrollo económico, equilibrio ambiental, identidad y patrimonio e institucionalidad y gobernanza. Un punto de partida para planificar mejor nuestras ciudades y reducir las desigualdades. “Hace mucho tiempo, la planificación urbana en Santiago no existe”, dice Serra. “Lo que tenemos hasta ahora son instrumentos inconexos y muy débiles. Finalmente, lo que planifica la ciudad es el mercado”.

Actualmente, el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU) discute respecto de la figura de una autoridad metropolitana o alcalde mayor, que tenga atribuciones sobre la planificación de la ciudad y resguarde el desarrollo equilibrado y homogéneo de todas las comunas. En la próxima elección municipal de 2016 se espera implementar la elección popular del intendente regional y, además, se trabaja en una propuesta de modificación de la ley de traspaso de competencias de ministerios centrales a esta nueva figura del intendente elegido. “Hoy es muy difícil llegar a una planificación integral, porque las propuestas están disgregadas en el MOP, el Minvu o el Serviu”, dice Isabel Serra. “Con esta nueva figura se van a reunir todas estas competencias y va a tener mucha más posibilidades de trabajar proyectos a escala de ciudad, más allá de una o dos comunas”.

Santiago concentra la mitad de la población del país y no tiene un gobierno central, sino que está subdividida en 34 comunas, algunas ricas y otras pobres.

Los ejemplos de París y Barcelona
¿Cómo han resuelto las grandes ciudades estos problemas? Según el arquitecto Jonás Figueroa, la clave está en determinar zonas específicas y concretas donde se produzca la alta densidad, lo que incluye edificios de altura sobre 30 pisos. “Esto pasó en París, en el barrio de La Defensa, en el extremo oeste de la ciudad. Y en Madrid se definió una zona muy específica, que es la zona de Azca”, afirma. “En Chile no se definen zonas, sino más bien franjas-vías a lo largo, por ejemplo, de Nueva Providencia, Bilbao o Colón. Aquí no se hace planificación urbana; a lo más tenemos un documento que podríamos llamar ‘código de usos del suelo’. Porque planificación urbana es algo más, es hacer obras concretas para mejorar la calidad urbana y resolver los temas de equipamiento y espacio público”, afirma.

Isabel Serra vivió mucho tiempo en Barcelona y, pese a que se trata una urbe más pequeña que Santiago, cree que es otro buen ejemplo. “Esa planificación se hizo a mediados del siglo XIX y previó todo el tema de transporte público y vehicular que, en ese tiempo, no existía. En general, son barrios muy mezclados, con una altura homogénea, un buen transporte público y buena calidad de vida”, afirma. “Ciudades como Barcelona, París o Ámsterdam tienen una altura edificatoria bastante acotada que, en promedio, va entre los 7 y 9 pisos, lo que es una densidad totalmente sostenible para el desarrollo de la ciudad”.

Sebastián Gray entrega un matiz distinto y desmiente que la única fórmula para densificar la ciudad es la que ofrece el sector inmobiliario. “Esta es la peor de todas las fórmulas y no es la única. En otras palabras, hay alternativas muy interesantes de densificación que no implican construir torres. Lo que ha pasado aquí es que la ciudadanía está hastiada de la manera en que el sector inmobiliario ha operado en estos barrios. El sector tiene una responsabilidad por operar de una manera agresiva y sin asumir las consecuencias éticas de lo que hace, aun estando dentro de los márgenes de la ley”.

Entre las alternativas, el presidente del Colegio de Arquitectos propone densificar de forma horizontal más que vertical, ocupar más suelo con otras normativas y, en algunos sectores que han sido históricamente de fachada continua, explorar la densificación horizontal hacia el interior de las manzanas. “Realmente hay alternativas, pero nadie las ha querido discutir. Y eso tiene una razón: el modelo inmobiliario de las torres es el más rentable, fácil y cómodo para la industria. Yo sostengo que las ganancias del sector inmobiliario chileno superan las del promedio del mundo”.