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El puente de turno

16/01/2014

  • A propósito de las fallas en el puente Cau-Cau, parece que cada mandatario ha tenido su puente-estigma; fue lo que ocurrió con el Loncomilla o el Huaquén.

Fuente: La Tercera

 

POLEMICA ha causado el error detectado en el que sería el primer puente basculante del país sobre el río Cau-Cau, en Valdivia.

Santiago de Chile, 13 de enero de 2014.- (columna Pablo Allard) POLEMICA ha causado el error detectado en el que sería el primer puente basculante del país sobre el río Cau-Cau, en Valdivia. No estando claros aún la magnitud del desacierto o los tiempos y costos que requerirá corregirlo, ya se instalaron en la discusión pública la crítica y aprovechamiento político, acusaciones cruzadas, e incluso burlas despiadadas hacia las empresas y autoridades involucradas.

Sin afán de empatar, sino más bien reconociendo una trágica coincidencia histórica, parece que cada mandatario ha tenido su puente-estigma. En el gobierno del Presidente Lagos, la falla y caída del flamante puente Loncomilla gatillaron la injusta caída del ministro Etcheberry. Hacia el final de la administración Bachelet, el ministro Bitar sufrió un bochorno hollywoodense al dinamitar el puente Huaquén, que se mantuvo incólume al despejarse el humo de la detonación frente a las cámaras. Ahora le llegó el turno al Presidente Piñera en Cau-Cau, y el consecuente “bullying” a la ministra Silva por la instalación invertida de una de las secciones del puente valdiviano.

La línea que define dónde podemos acusar negligencia o falta de rigurosidad, y dónde podemos determinar responsabilidades legales o políticas de las autoridades, gestores y técnicos a cargo de estas fallas por los eventuales perjuicios al Estado, es muy difusa, y dependerá de las investigaciones, sumarios y peritajes correspondientes. Lo que a veces ignora la opinión pública es que pese a contar con las mejores ingenierías, las empresas más confiables y los consultores más respetados, en el mundo de la infraestructura y construcción siempre existe el riesgo de accidentes, errores e imponderables.

 

Este grado de “incertidumbre” ya ha sido ampliamente estudiado por académicos y especialistas, y prácticamente todos los actores de la industria ya han internalizado esos riesgos. A estas alturas, varios estarán pregonando el terror ante proyectos futuros, como el puente sobre el canal de Chacao, o elaborando teorías de conspiración basadas en casos recientes, como la catástrofe de sobrecostos que enfrentan los panameños en la ampliación del canal. Pero para tranquilidad de todos, el Estado chileno cuenta con mecanismos de control y respaldos jurídicos que reducen o mitigan cualquier efecto negativo de estos errores. Para ello existen contratos con cláusulas claras respecto de las responsabilidades, garantías bancarias para el correcto desarrollo de las obras, seguros en el caso de incidentes, e inspectores fiscales cuya responsabilidad es precisamente detectar cualquier falla o abuso, informarla y proceder a tiempo según lo establezcan los contratos.

En un contexto en que el país requiere más que nunca una política clara y decidida para reimpulsar el desarrollo de nuestra infraestructura, debemos evitar que estos puentes, en lugar de unir y abrir caminos, se conviertan en argumentos para ralentizar y entorpecer nuestra vía al desarrollo. Como dijo el ex ministro Carlos Hurtado a comienzos de los 90: “Al planificar nuestra infraestructura debemos tener mucho cuidado en mantener y tener una visión de largo plazo, midiendo no sólo el costo de lo que se hace, que suele ser muy alto, sino que también el costo de lo que no se hace”.